A María San Gil alguien le está metiendo mano. Entiéndaseme bien, me refiero a que alguien le mete la mano por detrás en plan muñeco. Si se prefiere otra metáfora menos arriesgada, podría decir que están moviéndole los hilos.
Creo que la guipuzcoana hace bien su trabajo, aunque siempre he reconocido que no me gusta su perfil, pero no la considero capaz de liderar una nueva corriente dentro del PP. Ella es más de discurso hueco y cara de mala leche, y eso no es suficiente para dirigir un partido como el de la gaviota.
Por lo tanto y siguiendo el axioma que dice que si parece que detrás de todo hay un plan lo más seguro es que haya un plan, me da que María es la punta de lanza de un grupo que prefiere estar a la sombra.
Y mira tú por dónde, en todas las quinielas aparece el mismo nombre, el del ex ministro de Interior y lehendakari frustrado, Jaime Mayor Oreja.
¿Quién iba a decir a este guipuzcóano que dijo que con Franco se vivía muy bien que iba a tener una venganza a estas alturas?
Porque parece que Mariano Rajoy siempre estuvo ahí, pero la lucha por suceder a Aznar fue realmente dura entre estos dos tiarrones barbudos. Ganó el gallego, pero el mal perder demostrado del vasco hizo pensar que la cosa no quedaría ahí.
No obstante, lo que nadie se esperaba es que fuera tan hiena como para aprovecharse de un momento así. Esto es poner por encima los asuntos personales sobre los grupales. Y eso no hay quien lo venda.
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