La presidenta del PP vasco, María San Gil sufrió un intento de agresión condenable en Santiago de Compostela ayer.
No me escondo, ella no me gusta. Ni su discurso vacío, ni su agresividad, ni su recurrente estilo de flirteo con el insulto. Pero es precisamente eso, que gente como ella pueda presentarse libremente y que otros a los que sí les gusta la voten, lo que hace grande a la democracia. Por supuesto, los que la hacen pequeña son actos execrables como los de ayer.
Según todas las informaciones de hoy, se trataba de un grupo de independentistas. De niñatos sin ideas para boicotear actos de manera más efectiva y original que la agresión, diría yo. Esa gente que, en nombre de la conculcación de derechos, se arrogan más derechos de los que les corresponden, como el del zarandeo.
Lo más exagerado de todo es que, durante el altercado pudo oírse un “que te maten” de lo más preocupante. No se sabe si iba dirigido a la propia María, a alguno de sus guardaespaldas o de los policías municipales que la custodiaban, pero de cualquier manera me parece especialmente indignante.
Pero hay algo peor: muchos dirán que este tipo de actos siguen el modelo vasco. Por desgracia, creo que pueden llegar a tener parte de razón. Gandhi decía: “Cuida de los medios y los fines cuidarán de sí mismos”. Eso es lo que hay que tener en cuenta. Eso, y que hay un tipo de independentismo que no se basa únicamente en la violencia, el recurso de los más incapacitados.
(una imagen curiosa de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Santiago de Compostela, lugar de los hechos: el auditorio no da a la calle)
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