Finalmente, el lehendakari Ibarretxe se va a sentar en el banquillo de los acusados. Al final, del “no se atreverán” que algunos sugeríamos, se ha pasado al “está donde se merece”, que dirán los más irresponsables, si se me permite.
Por supuesto, no estará solo. Además de cinco miembros de la izquierda abertzale ilegalizada (porque hay otra perfectamente competente y elegible), entre los que encontramos a Arnaldo Otegi (que ya está en prisión, aunque nadie se acuerde de él y sin que se acabe el mundo), Patxi López (junto a Rodolfo Ares) saldrá también en la foto.
A mi juicio, el secretario general del PSE lo hará, además, aliviado, porque por fin va a tener un poco de presencia en los medios a tiempo y sin necesidad de hablar. Aunque eso significa que ya lo ha hecho antes: el cargo es el de reunirse con miembros de Batasuna, por alucinante que parezca.
Y es que, tanto en Euskadi como en España, tal vez esto no sea tan chocante con el ritmo que llevamos, pero la imagen que se va a proyectar a la Europa en la que estamos integrados va a ser terrible.
Si leemos en el periódico, un sábado por la mañana, mismamente, que un juez procesa a un jefe de Gobierno por reunirse con una oposición ilegalizada, para acabar con un conflicto violento, todos esperamos leer palabras como “Birmania”, “Congo” o “Corea”, que corresponden a países de los que únicamente conocemos su falta de tradición democrática.
Pero eso sucede en Europa, en España y en Euskadi. Y es lo que pasa cuando se aprueban leyes ad hoc y se configuran tribunales tendenciosos.
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