¿Tarahumara o rarámuri?

Rarámuri es el nombre que los tarahumara se dan a sí mismos. Además, rarámuri significa “pies ligeros”, así que elija cada uno.

Todo esto estoy escuchándolo en las I Jornadas Internacionales por los Derechos Humanos que se están celebrando en el ITESM de Chihuahua, el centro en el que me hayo.

El encuentro está resultando, además, indudablemente interesante. Sobre todo para un güerito (“extranjero” en argot) curioso como yo, que sólo conoce México por las generalidades que cuentan en las series estadounidenses.

Así, Claudia Campillo expuso ayer con precisión el estado de los DDHH en el país, y Pablo Romo, el padre Javier “Pato” Ávila y el rarámuri Guillermo Palma hablaron sobre la situación de los indígenas desde sus diferentes perspectivas (un conflictólogo mestizo, un jesuita y un tarahumara). En resumen: que les dejen en paz y, si no puede ser, que les pregunten cuando el Gobierno o las empresas privadas van a intervenir en sus tierras.

Fuera del campus es posible ver a rarámuris pidiendo limosna (ellos dicen córima, que viene a significar “comparte”) o vendiendo souvernirs folclóricos en el centro.

Pero el propio Guillermo reconoció que esto no estaba demasiado bien visto en la comunidad, ya que los tarahumara creen que la comunidad debe velar por las necesidades del individuo y que, si a alguien le sobra tiene la misma obligación de compartir que al que le falta de pedir.

El rarámuri es un pueblo pacífico que vive en la sierra, donde se refugió huyendo del hombre blanco (muchos de ellos eran vizcaínos) que los esclavizó para las minas. Usando las palabras de Guillermo, su riqueza natural provocó su miseria.

Volviendo a las jornadas, hoy toca que hablen las instituciones pero, mientras escuchaba ayer la simplicidad de la vida rarámuri, no pude evitar preguntarme si los supuestamente desarrollados no nos habíamos complicado demasiado la vida.