El TEC de Monterrey, la universidad que se ha atrevido a contratarme, ha decidido llegar a un convenio con una empresa de taxis para que acerque al campus a los profesores invitados,
Por supuesto, aquí los autobuses (o "camiones") no son muy regulares y la gasolina es muy barata, así que la carrera viene a ser un poco más que un billete de transporte público en Bizkaia. Si se suma a esto que las distancias son inalcanzables a pie (a menos que uno esté preparando el camino de Santiago), pues ya son unos cuantos los taxis que he visto (siempre sindicados, en eso sí hay que tener reparos).
Pero más allá del comentario económico, lo mejor es fijarte en el interior del taxi (para que digan de los de Madrid). Si no tienes suerte, pensarás que tú (o el siguiente cliente) puedes ser el que se caiga a la carretera envuelto en el asiento de atrás. Y si la tienes, podrás disfrutar de los más variopintos (y caseros) tapizados (o central de ácaros, como se prefiera).
Obviamente, al tapizado hay que añadir estampitas (la Virgen de Guadalupe gana por goleada, pero eso ya lo esperaba), pegatinas y otros elementos decorativos entre lo horrible y lo bizarro.
El sistema de cobro, además, beneficia al cliente: la tarifa va por zona y no hay taxímetros. De este modo, de la "colonia" (o barrio) en la que vivo al centro hay 40 pesos (unos 3 €), y da igual en qué sitio del centro me deje. Además, siempre van por la ruta más directa.
La mayoría de taxistas son agradables y pocos son los que quieren cobrarte de más. Y si quieren pasarse, con decir que conoces la tarifa, te cobran correctamente con un "OK, no problem".
Pero el mejor fue el de ayer. Un taxista con un montón de preguntas sobre Europa que terminó por preguntar: "Entonces, si no tienen tortillas, ¿comen con baguette (pan)? ¡Y cómo es que no están gordos si comen harina!".
Purita lógica mexicana. Me está encantando este país.
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Hace 3 horas
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