Ayer salimos a
tomar (beber unas cervezas) con unos amigos de mis anfitriones. Y reconozco que fue una noche agradable que estuvo, además, llena de sorpresas gratas. La primera, las personas:
Braulio, su esposa
Odisea (estoy preparando un post sobre los nombres que allá serían, cuanto menos, inusuales) y
Samuel mantuvieron el nivel de amabilidad de la gente de acá y, sobre todo, hicieron honor al axioma de los amigos de mis amigos.
Pero hubo más: la cerveza que en casa es de importación aquí es una excelente bebida local a un precio más que razonable (y no sólo para los que manejamos euros), y el horario de cierre me resultó idóneo: a las 2:00 todos fuera de bar porque el Estado prohibió vender bebidas alcohólicas a partir de esa hora.
¿Y qué es lo que hacen los chihuahuenses a partir de esa hora? Pues continuar la
plática (o “conversación”, pero esta era fácil)... ¡cenando! De 2:00 a 3:00 lo que permanece abierto son los restaurantes, así que nos comimos unos ricos tacos a pastor (carne de cerdo adobada con cilantro, cebolla picada, lima y chile al gusto de cada cual) antes de acostarnos.
Lo curioso es que esta mañana me he levantado con hambre.
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