Por fin, y del modo menos esperado, la popularidad del Presidente de la República (¡ay, qué envidia!) francesa baja. No ha sido por prevaricar, como su antecesor; ni por mentir, como José María Aznar y las armas de destrucción masiva; ni por un lío de faldas al más puro estilo Clinton.
Su popularidad desciende porque es tan, tan bueno, que es capaz de ligarse a Carla Bruni (cuya belleza sólo es equiparable al estilo cool que destila su música) y casarse con ella en un par de meses.
¿Para qué quieres más?
No obstante, la sociedad y los medios franceses pasaban de con quién se metía a la cama su presidente. Lo que les ha acabado por hartar es su omnipresencia.
Pero con matices
Sarkozy parecía tan excepcional comunicativamente que podía estar todos los días en los medios y su popularidad sólo crecía. Pero saltar de los periódicos y telediarios a la prensa rosa es lo que ha herido su imagen.
Él, el mismo que había superado aparecer afectado por su propia abstinencia. Él, el mismo que había conseguido que su vida marital fuera directamente a los informativos sin pasar por la prensa rosa, al levantarse de una entrevista cuando le preguntaron por su mujer. Él, al mismo al que parecía que no iban a afectar las memorias de su ex...
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