miércoles, 9 de mayo de 2007

John Wayne


En esta ocasión no voy a hablar de comunicación de conflicto, ni de lo que pasó ayer en Irlanda, ni de Unai Basurko (post que tenía preparado para hoy). En esta ocasión creo que no mantendré ni el tema, ni el tono, ni la extensión acostumbrada. En esta ocasión voy a hacer lo que me da la gana y voy a hablar de John Wayne.

Este eterno vaquero era uno de los actores favoritos de muchos hombres con más de 50 años, entre ellos mi padre, y se caracterizaba por saber sólo una cosa (hacer de cowboy), ser grandote, duro, un buen tipo y tener suerte porque su caballo jamás se cansaba y su munición nunca se agotaba.

Para mí, hoy, John Wayne está en la cama de un hospital, siendo más fuerte, más duro y más grande cada día. Luchando contra un cáncer al que no tiene miedo (como no tenía miedo a aquellas filas de indios en lo alto de una colina) y con el único objetivo de seguir junto a una dama rubia (en este caso dos: su mujer y su nieta).

Cuando ayer vi a mi padre en la cama de la unidad de reanimación del hospital de Cruces, después de una operación de cuatro horas (la segunda en tres años), pensé en John Wayne, y en que ambos tenían más cosas en común además de saber montar a caballo.

Mi padre me pareció enorme allí tumbado, parecía que los tubos y los cables le amarraban como ataban los indios al vaquero alrededor de un árbol, que ambos eran rudos –en ocasiones demasiado–, duros y con suerte (de momento, podría ser peor), pero que ambos también eran buenos tipos y, sobre todo (y pueden dar cuenta de ello los teléfonos, que no dejaron de sonar en todo el día) entrañables y queridos por un buen montón de gente.

Mi padre es mi héroe. Es un cowboy que pasea por las llanuras con unas balas al cinto que no le hacen falta porque las de su revolver nunca se acaban, que no tiene miedo a un indio, ni a dos, ni a un médico que pronuncie la palabra “radioterapia”, y al que voy a admirar no por el resto de su vida, sino por el resto de la mía.

Mi padre es más fuerte incluso que John Wayne, y sé que, también esta vez, va a recuperarse.

Un beso, aita. Y aunque a veces pienses que debo ser un poco marciano, me gustaría que supieses que estoy muy orgulloso de ti.

1 comentario:

marielo dijo...

Alguien que educa y guía con tanto amor a una persona como tú es un ser maravilloso. Un abrazo fuerte para ambos y todo nuestro cariño...
Por cierto dile a tú padre que su club de fans sigue en aumento