El sábado pasado este portugalujo regresó al puerto de Getxo después de dar la vuelta al mundo en solitario. Además lo ha hecho el tercero en una competición que iniciaron siete pero que sólo han terminado cuatro, y en el barco más modesto de todos.
Vamos, que lo que ha hecho Unai tiene mucho, mucho mérito. Pero claro, no es la Copa América. Y el Bakea (“paz” en euskera) no es el Desafío español.
No nos engañemos, la política lo inunda todo y, hoy por hoy, lo que haga un chico vasco no tiene excesiva relevancia a menos que pertenezca a alguna mesa nacional ilegalizable.
Sin embargo, un equipo de españoles, en una ciudad tan española como Valencia (tan orgánicamente descentralizada como Bilbao), montados en un barco con un nombre tan explícito, y dando vueltas a boyas delante del puerto es considerado por la prensa nacional como una auténtica proeza.
Y es que, por mucho que los medios y los actores nieguen la existencia de un conflicto político, resulta que ellos mismos lo inducen y, sobre todo, actúan como si existiera (“déjales a esos vascos, que lo realmente importante es lo que sucede aquí, en España”). Contradiciéndose con su discurso, por supuesto.
Volviendo a Basurko: Zorionak, Unai! Has conseguido recordarnos que los seres humanos aún podemos hacer grandes empresas. Y el (horrible) tiempo que tuvimos para recibirte hizo que valoráramos más tu hazaña.
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