Paremos un poco con los análisis de las elecciones y hablemos de uno de los grandes temas de la campaña, y del pasado año.
A mi lo de la alta velocidad vasca me parece una buena idea siempre que, finalmente, no provoque una Euskadi de dos velocidades (los que pueden pagarse el billete del TAV, y los que sigan viajando en tren, autobús o coche).
Sin embargo, creo que soy lo suficientemente inteligente para reconocer una buena campaña incluso cuando es para defender ideas que puedo no compartir.
No obstante, ese no es el caso de la plataforma en contra del TAV. Más bien, todo lo contrario.
En pocas palabras, que esto es un blog: es incompatible llamar a la movilización y, al mismo tiempo, restringir el acceso a la protesta.
A ver, que a nadie se le ha prohibido ni se le prohibirá unirse a una manifestación contra la alta velocidad en Euskadi.
El problema es el planteamiento comunicativo: convocantes, asistentes, animadores, medios que dan cobertura a las protestas y personajes que ofrecen su apoyo son todos cercanos a los movimientos de izquierdas y abertzales.
Lo cual no tiene por qué ser negativo a menos que se plantee tan mal como se está haciendo.
La agresividad, la bisoñez de algunos lectores de comunicados, el discurso, todo suena a una izquierda abertzale concreta, la que se reivindica como auténtica, la que en el nombre de la conculcación de derechos pretende conseguir más derechos que los demás.
En definitiva, es fácil vaticinar unos malos resultados para esta protesta y que, finalmente, el TAV pasará por un recorrido no modificado por la acción social, si la campaña de comunicación es así de pésima.
(en la imagen, las vías de Bolueta, en Bilbao)
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