miércoles, 5 de marzo de 2008

Gallardón debe dimitir


Me quedaba en el tintero un post sobre el affaire Gallardón. Y es que todos recordamos que el alcalde de Madrid dijo que después del 9 de marzo abriría un periodo de reflexión consigo mismo.

Para empezar, lo que está claro es que el político más progre (o eso nos hacen creer) de los rancios no ha acudido ni acudirá a las famosas maitines. O lo que es lo mismo, las reuniones más importantes en el PP, en las que se toman las decisiones de verdad.

Para seguir, a mi juicio, ese periodo de reflexión debe terminar en una retirada con la cabeza bien alta de Alberto. Y me explico:

Si el PP pierde las elecciones (lo más probable) y él se queda, parece que va a presenciar e incluso actuar en la venganza contra esta cúpula viejuna de los populares.

Por el contrario, si dan la sorpresa, ganan y gobiernan, y él sigue en este barco, va a parecer que se apunta al caballo ganador.

Del mismo modo, si el PP gana pero Gallardón se va, se va un hombre claramente derrotado pero consecuente y respetándose a sí mismo.

Y volvemos a la realidad: cuando el PP pierda, si él decide marcharse y renunciar de este modo a la sangre (siempre figurada) que se le debe, va a proyectar una imagen de coherencia y compromiso realmente elogiable.

No obstante, hay un problema añadido: Alberto Ruiz-Gallardón sólo sabe hacer una cosa, ser político. Es decir, no forma parte de esa tipología de mandatario que volverá a una profesión cuando se retire, como hizo Josu Jon Imaz o podrá hacer Gaspar Llamazares.


Así que la renuncia conlleva un riesgo. No laboral, porque siempre habrá algún amigo que quiera tenerle en su empresa. Pero sí personal por el vértigo que sentirá. Tal vez por eso decida tomar el camino erróneo de quedarse en un PP derrotado.


(otra fotografía de Madrid, esta vez de la Gran Vía desde el Starbucks)

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