martes, 4 de diciembre de 2007

Relaciones internacionales

Siempre he defendido que, en política, sólo hay una cosa más importante que ser elegido por los ciudadanos: que éstos vuelvan a hacerlo. Y que ante eso, no hay nada que rebatir, porque una mala elección puede ser un accidente. Pero la reelección significa que hay algo bien hecho aunque yo no sea capaz de verlo y aunque sólo sea la propaganda.

Y me da lo mismo que hablemos de Ibarretxe o de Aznar.

Si nos vamos más lejos podemos mencionar a Putin y Chávez.

He de reconocer que sobre el primero no sé mucho y que mi aversión es pura intuición: por su imagen, su pasado de agente de la KGB, y que mi admirado Kasparov se sitúe en contra.

Escribir sobre el segundo, ya es hablar de otra cosa.

Reconozco que, al principio y pese a ser un militar absolutamente populista, me causó simpatía. Como a muchos, me gustaba su manera de hacer frente a Bush (otro reelegido por sus votantes inapelablemente) y al imperio estadounidense, me alegraba saber que alguien le daba caña a Aznar desde el otro lado del Atlántico y pensaba que reparaba un poco los enormes daños que la España poderosa (y añorada por algunos) habían hecho allá lejos (a veces, no tanto).

No obstante, creo que él, el responsable del ascenso de la izquierda en el continente americano, será también el culpable de su caída.

Lo malo de situarte en contra de Chávez es observar con quién compartes espacio: nostálgicos de la España imperial, monárquicos, pro-EE.UU., grandes banqueros que me demostraron lo poco que les importaba cuando les pedí una hipoteca, empresas gigantes que cargan todo el peso en los consumidores, etc.

Hombre (y mujer), a favor tampoco están las mejores casas: rojeríos de diversa índole y discurso pasado de vueltas, o señorones (y señoronas) que no tienen pinta de socialistas, precisamente, y que viven muy bien en ese populismo. Para muestra, el botón de cuando asistí a la jornada que organizó el consulado de Venezuela para explicar la situación de los medios en la República Bolivariana.

Finalmente, insisto en que el “¿por qué no te callas?” de Juan Carlos Borbón, ha ayudado a hacer frente a este tipejo, sí, pero que el Rey de quienes quieren ser reinados en España, no se hubiera atrevido a hacerlo si Chávez no hubiera tenido rasgos indígenas.

Ufff, qué verborrea la mía hoy...

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