Unai Ziarreta ha aterrizado con mal pie en la presidencia de EA: invitar a Pernando Barrena a su nombramiento después del atentado de ETA en Sestao no es mala suerte, es una mala decisión.
Y la respuesta de algunos afiliados, increpando al dirigente de Batasuna es algo lógico que sólo responde a la indignación y el hastío de una sociedad.
Batasuna y EA comparten una cuesta abajo irrefrenable en su proyecto. Los votantes vascos están hartos de las amenazas y los ultimátum de la izquierda abertzale, y la falta de apoyo es notable. Y el partido que fundó Garaikoetxea no tiene ningún sentido sin él. De hecho, los simpatizantes vascos de izquierdas se están decantando por agrupaciones más coherentes como Aralar, que avanza poco a poco y saben lo que son; IU, con Matute y Llamazares a la cabeza (no Madrazo, una auténtica rémora para el partido); e incluso un PSE que, al alejarse del PP, ha ganado más que ha perdido.
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