Dice un buen amigo que divertido es lo contrario de aburrido, no lo contrario de serio. Y creo que el mejor ejemplo de ello lo representa ese personaje que a mí me sigue haciendo sonreír cada vez que pienso en él: Bartolomé Rubia, Bartolín, el que se autosecuestró.
El periódico El Mundo, tan lanzado siempre a crear historias, nos brindó entonces tres piezas maravillosas sobre la secuencia de los hechos. No hace falta dedicarle mucho tiempo, vale con una simple ojeada a cada una para encontrar la gracia al tema.
En la primera, se nos presenta al tierno Bartolín, concejal del PP en La Carolina, considerado como un nieto por el alcalde, Ramón Palacios, y que está empezando a salir con una chica.
En la segunda, empieza lo bueno: cuando Bartolín le cuenta a la ertzaintza que alguien le echó algo en su Coca-Cola. Y no es broma.
Y ya la tercera, la del regreso del hijo que no fue pródigo, es excepcional. Yo me quedo con las dos ostias que le dio su padre y la reflexión del que, tan sólo dos días antes, fuera poco menos que su abuelo adoptivo.
A todo esto, la actitud del Partido Popular fue excelente, y esto tampoco es broma. En ningún momento hubo una postura oficial, quitándole de este modo gravedad al tema: era un hecho aislado, que Bartolín fuera concejal del PP era pura (mala) suerte.
Comunicativamente, bien. Como espacio de humor, para mí sigue siendo mejor que bueno.
miércoles, 4 de abril de 2007
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