La AVT y el PP dicen que no acudirán a la manifestación de Madrid porque no se incluye el término “libertad” en la pancarta.
Pues bien, lo que podría parecer una queja incomprensible es una excelente maniobra de comunicación política. Una conjunción perfecta de palabra y obra porque, ¿quién no quiere la libertad? Y sobre todo, ¿quién se atreve a decirlo en alto? Pues tanto Francisco José Alcaraz como Mariano Rajoy han conseguido señalar a bastante gente que está en contra de ella.
A partir de ahora, el término “libertad” queda irremediablemente unido a estas dos agrupaciones, y quien se posicione en su contra, también lo hará en contra de la libertad.
Tener una palabra fortaleza (a las que dedicaremos un espacio más adelante) es muy valioso estratégicamente, porque en torno a su defensa puedes agrupar a muchos sectores. Y si esa palabra es del calado de “libertad”, “paz” o “justicia”, tienes asegurado que no va a haber una oposición frontal.
En resumen, que más allá del éxito de la convocatoria, la estrategia de los que no estarán es digna de clase magistral.
lunes, 15 de enero de 2007
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2 comentarios:
Palabras, palabras...
Desde que el hombre es hombre,y huelga decir que la mujer, mujer, pero tratándose de palabras... En fin, como decía, desde que podemos caracterizar al ser humano como tal, hablamos de lenguaje. Hablamos de lenguaje porque el lenguaje es pensamiento: pensamos, decidimos, planeamos, anticipamos, tememos, con palabras. Nos decimos a nosotros mismos "adelante, valiente" de modo privado para animarnos, disminuimos nuestro enfado diciéndonos "no le hagas caso, tiene un mal día", ante un ataque injustificado. Con nuestros pensamientos/palabras, dirigimos nuestra forma de actuar en el mundo y sin embargo por esencia, cometemos un grave error dándole a la palabra el poder de convencer. Engarcemos aquí con el tema del conflicto, al contemplar cómo las palabras no son más que etiquetas que ponemos a lo que nos rodea, con la intención de ponerle asas a la gran realidad llena de matices. Lo que hacemos no es otra cosa que resumir, simplificar, mutilar, el objeto, la situación, las posibilidades casi infinitas de lo real, para poder comprenderla, comunicarla. Sin embargo,como en todo resumen, como en los grandes titulares, como en los lemas, éstos hablan sólo de una parte; por tanto en sí misma, la palabra incluye lo que no dice, lo que quien la emplea, decide decapitar a la realidad bicéfala, y trata de debilitar su significado al intentar desangrarla de la dualidad que en esencia la palabra lleva consigo. La palabra es en sí conflicto, porque se trata de un constructo, una convención, nunca, nunca es representativa de la realidad a la que pretende suplantar, y siempre, siempre, incluye el conflicto entre el imitador y el perosnaje llamémosle real. Incluso podemos dar un pasito más y plantearnos una pregunta difícil sólo apta para mentes hambrientas y abiertas: ¿Hasta qué punto las palabras que decimos, en el orden que lo hacemos, con el tono que las recorremos no son más que reverberaciones aprendidas de antiguos conflictos, heredados? ¿Seguro que no decimos siempre, siempre LO mismo? Un poco de comidilla...
¡Ay, Igor, cuánto me haces leer! Ya sabes que yo le doy mucha (tal vez demasiada)importancia a las palabras. Y sí, sirven para comunicar y para hacer demagogia o "incomunicar". Además, tú que me conoces bien, ya sabes que cuando me incomoda algún tema mi estrategia es bien sencilla: como odio que nadie diga a nadie que se calle (terror compartido, me temo), lleno el espacio de palabras a ver si entramos todos en una espiral de falta de sentido que decidimos cambiar de tema.
Como me decía un compañero de la carrera: yo evolucioné de la "demagogia barata" a la "demagogia". Y eso es un logro.
Un beso.
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