Meses, incluso años puede tardar una empresa de comunicación o una agencia de publicidad en dar con un icono, un símbolo, una acción que pueda imitarse o repetirse y, de pronto, alguien, en un momento de cólera, da con la tecla.
Muntazer Al Zaidi es el nombre del periodista iraquí que lanzó sus zapatos a George W. Bush hace un par de días. El presidente de los EE.UU. se limitó a sonreír como el típico vecino de cociente intelectual bajo al que se acerca Paqui Peña con su micrófono y una cámara: entre sorprendido y atolondrado, consciente de que todo el mundo le verá pero seguro también de que va a ser incapaz de hablar como le gustaría hacerlo.
Y poco más de 24 horas después esa acción se ha repetido y multiplicado: civiles iraquíes han lanzado sus zapatos contra tanques estadounidenses. Y posiblemente esa sea el arma más mortífera para los intereses gringos que un iraquí ha sido capaz de crear.
Pero no sólo eso, las redes sociales también han reaccionado y se han creado grupos con el mismo motivo: un zapatazo a Bush.
La lástima es que Muntazer Al Zaidi no es un creativo de una agencia de publicidad, sino un iraquí cabreado, harto, cansado y destrozado por ver sufrir -e incluso morir- a gente a la que quiere.
Ha nacido el Éric Moussambani de la guerra de Irak. Al guineano le esperaba Speedo con un contrato millonario a la salida de la piscina tras su gesta, ¿alguien reconocerá el valor mediático de lo que ha hecho este valeroso iraquí?
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