Además de totalmente condenable y abominable, es indignante que ETA siga actuando, matando e intentando provocar masacres. Esa sed de sangre es sintomática de la entrada de nuevos aires a la banda. Aires contrarios al reposo de los más veteranos a los que algo de perspectiva les ha convencido de lo inútil de la violencia.
Pero para completar el círculo de desagradables sorpresas sólo podía faltar Revilla, el presidente de la comunidad cántabra, donde ETA ha asesinado sin razón ni motivo esta misma noche.
Este mediático presidente regional ha sido capaz de acusar al PNV y a Ibarretxe de falta de contundencia ante la banda por, según él, no ser tan duro como debiera ante las ilegalizaciones de ANV y el PCTV.
Pues bien, este hombre, al que parece que se le permite todo, debería reflexionar y darse cuenta de que ambos partidos han podido presentarse a las elecciones porque el Gobierno de Zapatero así lo decidió tras hacer unos números electorales. Y que el PNV lo que reclama es una representación legal de la izquierda abertzale más extrema, para que pueda ser un interlocutor válido. Y que, de este modo, además, se deje de marear a los votantes vascos con marcas políticas de ínfima calidad aceptadas a última hora.
"Difama, que algo queda", parece que ha pensado Revilla en vez de en las familias de las víctimas.
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