El pasado 28 de septiembre de 2008, domingo, un policía de la frontera estadounidense de El Paso intentó robarme 6 dólares mientras tenía retenido mi pasaporte, de la Unión Europea.
La entrada a El Paso por Ciudad Juárez, la más concurrida, es la más curiosa de entre todos los límites fronterizos que he visto nunca. Primero, las casetas de comida en medio de la fila de coches que, por fuerza, siempre circulan lento. Después, lo más bizarro de la pintura y la manufactura local (aseguran que eso está ahí porque lo compran los gringos pese a lo feo que puede parecer) y, finalmente, disminuidos físicos, ancianos y madres con niños pidiendo limosna.
Un espectáculo muy desasosegante para despedirme de México durante unas horas. Sin duda.
Una vez pasada la frontera, tuve que rellenar una tarjeta verde con mis datos. El agente que tramitó mi permiso fue amable y eficaz, y me aseguró que en 10 minutos llamarían para darme el permiso sellado.
Tardaron 15, pero eso era lo de menos. Lo peor fue que, al recoger mi pasaporte (retenido alegalmente por los estadounidenses) me pidieron 12 dólares. “OK, no problem, te pago con tarjeta”.
El agente me dijo que no se podía, y que volviera a México a por dólares ¡sin mi pasaporte! Le respondí que no, que sin el pasaporte europeo no me movería de ahí, y que buscara la manera de poder pagar con tarjeta.
Dijo que lo arreglaría, pero no hizo nada. No obstante, en ese lapso de espera en el que, inevitablemente, te pones nervioso, el primer agente me preguntó porqué seguía ahí. Le conté que estaba a la espera de poder operar con mi tarjeta de crédito y me aseguró que intervendría.
Finalmente, apareció un tercer agente más mayor y conciliador que me dijo que sí se podía pagar con tarjeta y que, en cuanto hiciera el trámite, me darían el permiso de pase por 3 meses y me acompañaría a la salida evitando la fila que me obligaban a pasar.
En ese momento, después de una hora en Texas y un policía borde que llegó a decir que “no era ciudadano” porque no era estadounidense (el mismo que me había pedido 12 dólares en efectivo por mi pasaporte y mi permiso), uno lo único que quiere es salir de ahí con su documento europeo, pasar la frontera, regresar a México y decir con libertad “pinches gringos”, así que no te das cuenta de ciertos detalles.
No caes en la cuenta de cosas como que, finalmente, pude pagar en la misma ventanilla con tarjeta de crédito y que el permiso me costó 6 dólares. Es decir, la mitad.
Regresé al coche donde Marielo seguía esperando pacientemente. La verdad es que, cuando empecé a comparar cámaras de fotos, me olvidé de lo que había pasado.
No obstante, de regreso, después de pasar la frontera y la aduana con mi equipo nuevo (y de decir “¡pinches gringos!”), caí en la cuenta de por qué el primer agente me decía que necesitaba cash (hablaba en inglés si no le apetecía entenderme) americano, que no era posible pagar con tarjeta (sabía que sí) y por qué dijo que me ayudaría y después no hizo nada: porque su intención era cobrarme 12 dólares, y no los 6 que finalmente pagué.
El agente en cuestión trabaja en la oficina de la frontera de El Paso, rondaba los 50 años, era de pelo moreno y escaso, pero de piel clara, usaba gafas cuadradas y pasadas de moda, era seco y despreciativo, hablaba y entendía castellano pero aseguraba no hacerlo de vez en cuando y, sobre todo, retuvo a un ciudadano europeo con la intención de robarle 6 dólares. ¡6 dólares!
Sé que, pese a la indignación de esa jornada, algún día volveré a Estados Unidos, y sé que tuve mala suerte (eso me dijeron, al regresar, unos amigos juarenses habituados a la arbitrariedad), pero hoy sólo puedo decir: viva México y viva Europa.
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2 comentarios:
Bienvenido al Estado Grande, con la frontera grande, y problemas grandes.
Es una lástima que hayas pasado esa situación, pero suelen ser sumamente abusones esos gringos cabrones.
Por cierto, para que puedas descargar tu ira cantando al son de los mexicanos con espíritu anti-yanki, búsca:
"Frijolero" de Molotov, en youtube
Saludos Iker!
Viva México y Viva España!
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