A estas alturas, casi todos sabéis que mi tesis doctoral es sobre el tratamiento comunicativo que recibió el Plan Ibarretxe desde 2003 a 2005. Escogí este tema y esta horquilla temporal como elemento representativo del conflicto vasco. Y no me ha defraudado en absoluto.
Hoy, ahora, mientras escribo, en el Parlamento vasco está debatiéndose la aprobación de la ley de consultas que permitirá preguntar a la sociedad qué futuro político quiere. Futuro político como concepto global.
Y más allá del adjetivo que le ponga cada uno a esta idea (legítima, alocada, fraudulente, etc.), lo innegable es que la inciativa encabezada por el lehendakari Ibarretxe ha sobrevivido a dos presidentes de Gobierno español, una alto el fuego permanente y una vuelta a las armas de ETA, actuaciones judiciales, cambios de presidente dentro del propio EAJ, ilegalizaciones de la izquierda abertzale... Y sigue ahí.´
La gran pregunta que nadie quiere hacerse porque la respuesta siempre ha venido por hecho más que por palabras es, ¿hasta cuándo, hasta dónde?
Yo lo tengo claro: quiero que me pregunten. La consulta puede no ser la mejor opción, pero es mejor que la nada que ofrecen los que hoy votan en contra o se abstienen.
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