martes, 17 de junio de 2008

Cambios en primera persona

Decía Jorge Valdano que, en ocasiones, sólo hacen falta unos segundos para que el fútbol sea algo maravilloso.

Del mismo modo, me temo que, en otras ocasiones, sólo hacen falta unos segundos para que todo cambie. Un oncólogo sólo tarda ese tiempo en pronunciar la palabra "cáncer", una futura madre sólo necesita unos segundos para decir "estoy embarazada", un accidente de tráfico es cuestión de un instante, y con un disparo se acaba todo: estás y no estás. Y no estarás más. Milan Kundera hablaba de la insoportable levedad del ser, y no le faltaba razón.

En fin. Me voy centrando: uno intenta dejarse sorprender lo menos posible, acumular experiencias y "sabiduría" (de esta más bin poca) para que nada ni nadie le coja desprevenido. Anticiparse, prever, deducir, son verbos especialmente importantes para mí.

Pero, a veces, cometo el error de relajarme. De pensar que hay personas y circunstancias en las que se puede confiar, que algunos elementos del entorno no tienen porque cambiar, que sólo van a mejorar con mi ayuda y la de las personas que lo conforman.

Por desgracia, no siempre es así, y la liebre salta en el momento y el lugar menos esperado. En Panamá en octubre, por ejemplo. ¿Hay lepus en ese país en esa época? Creo que no, precisamente por eso lo digo.

No obstante, las cosas pueden complicarse aún más. Y si uno encaja mal las sorpresas, normalmente, el que las da suele echar la culpa al que la recibe con desagrado. ¿No sería más lógico tener en cuenta esa circunstancia antes de preparar algo sorprendente?

Supongo que Homer Simpson sólo intentaba hacer lo que también hacemos los demás cuando decía eso de: "Todos menos yo tenéis la culpa".

Entonces, supongo que yo tengo parte de culpa. Por relajarme, por no saber hacer atractivas las cosas a mi alrededor, por confiar, por pedir o por esperar que lo que ofrezco sea lo que me ofrecen.

Supongo que nadie sabrá de lo que hablo, pero que no serán pocos los que sepan lo que digo.

A veces, pasa.

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