jueves, 15 de noviembre de 2007

Gabriele Sandri

Así se llama el enésimo aficionado al fútbol fallecido en Italia. Por desgracia y por culpa de la violencia que se esconde en las hinchadas de este deporte, no parece que vaya a ser el último.

Porque si en España, las reyertas previas a los partidos son algo normal pero sin apenas incidencia mediática, por aquello de no dar ideas a otros más descerabrados. En Italia, las batallas entre rivales es algo interiorizado y, por supuesto, escondido a la opinión pública europea.

Comentarios como que los niños no pueden acudir a los campos de fútbol deberían ser suficientemente poderosos para que alguien se involucre en el asunto. Y cuando digo “alguien”, sugiero las más altas instancias italianas y europeas.

Porque si pensamos en gradas manchadas de sangre, pensamos en Argentina, en esos americanos locos. Y no nos damos cuenta de que lo tenemos aquí cerca: en Italia, pero también en Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, etc. Porque si este post hubiera sido escrito en diciembre de 1998, se hubier titulado Aitor Zabaleta.

A estas alturas del partido, todo el mundo sabe que esa violencia no tiene nada que ver con el fútbol, y que motivaciones racistas, políticas territoriales e incluso económicas, son las principales.

Para los que amamos este deporte, la muerte de un aficionado es una noticia triste, pero también vergonzosa. Jorge Valdano decía que “a veces sólo son necesarios tres segundos para que el fútbol sea algo maravilloso”. Por desgracia, en el mismo tiempo puede parecer la peor de las plagas.

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