No me lo esperaba, pero sí, Bernardo Atxaga se mete en honduras con este libro que, se supone, cierra el espacio que abrió con Obabakoak (la obra con la que saltó a la fama).
Lo que ha hecho este guipuzcoano no es, en absoluto, fácil: la mayor parte de novelistas euskaldunes obtienen un reconocimiento comercial nada desdeñable en Euskadi, y los que se dedican al ensayo lo hacen en castellano y se forran con la historia mil veces contada del vasco bueno, como hace el (orgulloso de ser un) converso Jon Juaristi. Pero este guipuzcoano ha triunfado en ambas lenguas y en ambos mercados.
Bernardo Atxaga habla del conflicto vasco, de sus raíces, de sus consecuencias, de la pérdida y de cómo las ideas se van transformando hasta hacer necesario buscar insistentemente qué paso en realidad y por qué se siguen dando pasos. Todo contado suavemente (en algún momento, demasiado suavemente) y escondido detrás de otra historia de vascos.
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