lunes, 4 de junio de 2007

El hijo del acordeonista


No me lo esperaba, pero sí, Bernardo Atxaga se mete en honduras con este libro que, se supone, cierra el espacio que abrió con Obabakoak (la obra con la que saltó a la fama).

Lo que ha hecho este guipuzcoano no es, en absoluto, fácil: la mayor parte de novelistas euskaldunes obtienen un reconocimiento comercial nada desdeñable en Euskadi, y los que se dedican al ensayo lo hacen en castellano y se forran con la historia mil veces contada del vasco bueno, como hace el (orgulloso de ser un) converso Jon Juaristi. Pero este guipuzcoano ha triunfado en ambas lenguas y en ambos mercados.

Bernardo Atxaga habla del conflicto vasco, de sus raíces, de sus consecuencias, de la pérdida y de cómo las ideas se van transformando hasta hacer necesario buscar insistentemente qué paso en realidad y por qué se siguen dando pasos. Todo contado suavemente (en algún momento, demasiado suavemente) y escondido detrás de otra historia de vascos.

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