El Partido Popular de Vizcaya tiene una marca muy clara, la de su máximo responsable y candidato a alcalde de Bilbao (así de ordenaditos son ellos, que siempre coincide el máximo cargo con el candidato principal): la de Antonio Basagoiti.
Este político es conocido por ser el azote de Iñaki Azkuna, y por no dejar ni a este Doctor, ni a Julia Madrazo (IU), ni a Jon Aritz Bengoetxea (EA), ni a José María Oleaga (PSE, también en la oposición, pero por si acaso), dar un paso en falso sin denuncia en el pleno del ayuntamiento, en los periódicos, radios y televisiones.
Su gabinete es el ejemplo perfecto de cómo hacer públicas las acciones de su jefe.
Lo que pasa es que entre tantas quejas (una al día, como poco), Basagoiti no puede mantener el ritmo ni la calidad, y en ocasiones pasa de ser un férreo marcador de la gestión municipal a parecer un incendiario inconsciente, perjudicando la conveniencia de otras intervenciones.
Este político es conocido por ser el azote de Iñaki Azkuna, y por no dejar ni a este Doctor, ni a Julia Madrazo (IU), ni a Jon Aritz Bengoetxea (EA), ni a José María Oleaga (PSE, también en la oposición, pero por si acaso), dar un paso en falso sin denuncia en el pleno del ayuntamiento, en los periódicos, radios y televisiones.
Su gabinete es el ejemplo perfecto de cómo hacer públicas las acciones de su jefe.
Lo que pasa es que entre tantas quejas (una al día, como poco), Basagoiti no puede mantener el ritmo ni la calidad, y en ocasiones pasa de ser un férreo marcador de la gestión municipal a parecer un incendiario inconsciente, perjudicando la conveniencia de otras intervenciones.
La dosificación es, además de una habilidad política muy difícil de manejar (teniendo en cuenta el hedonismo de muchos representantes), clave para un electorado que suele cansarse de ritmos muy altos.
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