jueves, 17 de abril de 2008

Los ladrones van a la oficina


La mano derecha de Juan Ignacio Bidarte, director del Guggenheim, ha salido rana. Bueno, más que rana, charca entera, porque, Roberto Cearsolo, el angelito ha desviado casi medio millón de euros a sus propias cuentas.

Y lo mejor es que asegura que lo devolverá, y que la conciencia le ha pesado más que la cartera. Pero eso da igual: el daño ya está hecho. Pero podríamos ir más lejos: ¿por qué robas si luego no vas a intentar quedártelo, huir, tener cuentas en Andorra o en Suiza? ¿Para que jodes de un plumazo todo lo construido y, al final, ni siquiera eres capaz de terminar lo que has empezado?

Porque lo de la carta y la entrega del dinero por partes lo único que hacen es sumar el potencial apelativo de capullo al de chorizo.

El cantante de U2, Bono, decía que si vas a cometer un error, más vale que cometas uno bien grande. Lo cojonudo es que este tipo es tan malo que ni siquiera va a quedarse con el dinero.
De todos modos, eso ya da igual. El Guggenheim es la bandera de Bilbao para lo bueno y lo malo. El foco que lleva los ojos de los que buscan un viaje a la capital de Bizkaia. Y si la noticia es mala, nadie tiene porqué retirar la mirada.

Así que ya pueden trabajar los de comunicación, ya pueden inventarse que la dirección vasca del museo es la más íntegra del mundo, ya pueden hacer un triple salto mortal y sacarse de la manga una buena campaña, porque esto tiene muy mala pinta.

Para empezar, tolerancia cero con esta gente que no sólo traiciona confianzas, sino que convierte el trabajo y la ilusión de los demás en polvo.

(en la imagen, unos operarios limpian la fachada del museo. Cearsolo lo hizo por dentro)

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